La Ciudacita son las ruinas Incas más importantes del norte argentino. Se encuentran en el Parque Nacional Aconquija en la provincia de Tucumán, a 4.300 metros de altura. Tienen dos grupos de construcciones: los Corrales y el Recinto Ceremonial o Calasasaya.

Poco tiempo después de que se descubrieron, en 1948, fueron estudiadas por investigadores de la Universidad Nacional de Tucumán (UNT), entre ellos el Dr. Orlando Bravo y Agr. Enrique Würschmidt, que las visitaron y realizaron investigaciones durante muchos años.

El Agr. Würschmidt hizo planos muy completos de las ruinas. Fue un trabajo muy duro, sin dudas, porque es difícil llegar, hay que hacerlo caminando o a caballo y el clima es muy hostil, con intensas nevadas, fuertes vientos y grandes cambios de temperaturas. Pero no se limitó a hacer los planos, también estudió las estructuras de piedra de las construcciones.

En la Ciudacita el agua es muy escasa, casi nula, tampoco hay leña suficiente para abastecer a una población estable. El Dr. Bravo tomó datos meteorológicos y estudió a fondo la zona para analizar cómo los habitantes se abastecían de cosas básicas. El sugirió que no sería un asentamiento permanente, sino un lugar de paso y quizás de ceremonial cuando los Incas se desplazaban hacia el sur.

Hoy se sabe que los Incas eran grandes observadores del cielo y que sus construcciones tenían y preservan marcadores astronómicos. El Dr. Bravo, que era un aficionado a la astronomía, empezó a buscarlos en La Ciudacita. En 1970 hizo la primera observación in situ del movimiento del Sol, en el solsticio de verano. Continuó haciendo observaciones y mediciones con la colaboración de personal de de Geodesia y Topografía de la UNT y encontró marcadores del solsticio de invierno y de los equinoccio. El concluye que era un observatorio astronómico y un centro de ceremonial. También sugiere que la forma exagonal y la orientación de la Calasasaya debe tener otros marcadores de objetos del cielo.

El Agr. Würschmidt supone que tenía fines religiosos y militares. Desde la Ciudacita se observa la llanura tucumana hasta Santiago del Estero. Sin dudas un lugar privilegiado de observación.

El Dr. Bravo también analizó una piedra con forma de prisma triangular que se encuentra fuera del recinto principal. La arista superior está en dirección este-oeste y la llamó piedra equinoccial. Alrededor de ella había piedras que servían como lugar de observación de los equinoccios. A estas determinaciones las hizo en 1949 y 1950. En los años siguientes se movieron las piedras y muchas de estas cosas ya no están. La piedra equinoccial no se movió, probablemente por su gran tamaño.

Actualmente no es posible encontrar algunas de las construcciones descriptas. Antes de que sea Parque Nacional no había control y mucha gente fue a La Ciudacita, algunos solo para conocer y otros buscando tesoros “guaqueros”. La destrucción es bastante grande. Las ruinas son patrimonio nacional y como tal todos las deberían cuidar.

Los mapas realizados por Würschmidt seguramente fueron de gran importancia para las observaciones de Bravo.

Ambos eran amantes de la montaña y de La Ciudacita. Les gustaba contar sus trabajos en el lugar y también las interesantes anécdotas de sus múltiples viajes. El trabajo que hicieron es de un enorme valor. Falta mucho por hacer y son pocos los que siguieron sus pasos. Sus estudios forman parte de lo que hoy se encuadra dentro de la Arqueoastronomía, un área de la Astronomía Cultural que es poco estudiada en nuestra zona.

Agradecimiento a Claudio Bravo y Mónica Würschmidt por compartir valiosa información para esta nota.